05/03/2016 - A.B.
Tuvieron que pasar exactamente 69 años desde que en 1908 murieran calcinadas 146 obreras en el interior de la fábrica neoyorkina de camisas “Triangle Shirtwaist” para que la ONU decidiera, por fin, hacer un gesto de reconocimiento a favor de la mujer en su lucha por que se le reconocieran sus méritos como forjadoras del desarrollo y la prosperidad de la sociedad, al lado del hombre. Las obreras, casi todas italianas y judías, se habían atrincherado dentro de la fábrica donde trabajaban para protestar contra las condiciones infrahumanas de trabajo y la desigualdad que sufrían con relación al hombre. En definitiva, querían un mundo mejor, más igualdad, equiparación de sueldos y más humanidad en el trato. Los dueños de la fábrica de camisas, que no lo entendían así, las encerraron con llave y prendieron fuego a la fábrica, asesinando a las 146 obreras. Ante la magnitud del drama, los camiseros adujeron que cerraron las puertas de su fábrica por temor al saqueo.
Han tenido que sucederse otros acontecimientos más para que la
ONU decidiera finalmente instaurar el ya centenario Día Internacional de la
Mujer.
Pero la pregunta, quizás un poco impertinente, es: ¿Qué ha
conseguido verdaderamente la mujer con el gesto de la ONU? Muchos dirán que la
mujer actualmente es más dueña de su destino, más independiente económicamente
y más participativa en el desarrollo de la humanidad. Pero lo cierto es que la
discriminación sigue ahí, la mujer cobra más de un 30 por ciento menos que el
hombre ejerciendo la misma profesión o el mismo puesto de trabajo. A día de
hoy, la mujer tiene que trabajar 79 días más que el hombre para llegar a ganar
igual que éste. El acoso sexual y la discriminación nunca antes habían llegado
al nivel actual a pesar de los intentos de la justicia por ponerle coto a esta
epidemia.
La imagen femenina es objeto de todas las especulaciones
posibles, muchísimas de ellas tan ridículas que uno no llega a entender qué
tiene que ver un desnudo femenino con la venta de un chicle o un zapato. Se
está explotando hasta lo inverosímil su condición de mujer para hacer de ella
un mero enganche para vender tal o cual producto que, por otra parte, se
vendería igual. Y no hablemos de la mujer en los países subdesarrollados, en
donde además de no tener ni voz ni voto, ni siquiera es considerada como ser
humano. Huelga decir que los casos de mujeres víctimas de la violencia de
género no acaban de disminuir. Nada menos que 57 de ellas perdieron la vida en
el 2015 en España, por no citar más que este país.
En cuanto a la ONU, un mecanismo terriblemente ineficaz y
costoso, se ha vuelto un mero pelele entre las manos de los que le sostienen
económicamente y que, por ende, se han ganado a pulso el derecho al veto, del
que usan y abusan a placer, haciendo que la injusticia siga imperando a lo
largo y ancho de la Tierra.
Por mi parte, a la mujer sólo puedo decirle: Gracias mujer,
por ser madre. Gracias madre, por ser mujer. Y hasta el próximo ocho de marzo.