06/04/2016 - A. Boulaala
Después de los atentados contra la población de Bruselas, empezaron a llover las críticas
contra la mala gestión de la seguridad
en Bélgica.
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Escuece y huele a carroña
el que los que se han ensañado contra este tranquilo y acogedor
país son la mayoría de ellos estados que
han tenido similares episodios bastante
recientemente y que ahora le reprochan a Bruselas no haber podido prevenir lo
que se avecinaba, como si ellos sí lo hubieran hecho cuando sufrieron atentados
terroristas. París, por ejemplo. Las autoridades francesas parecen olvidar que
ellos tampoco pudieron prevenir nada, e incluso para localizar al terrorista
más buscado de Francia tuvieron que ser otros los que les sacaran las castañas del fuego -y
las vergüenzas- al indicarles desde otro continente dónde estaba escondido el
terrorista Abaoud… en París.
Criticar, además de ser fácil, es gratuito, y ahora Bélgica
y sus labores de seguridad quedan en entredicho. Hay que hacerse de una vez por todas a la idea de que los malos siempre van adelantados en cuanto a
imaginación abyecta y planificación asesina. Les va en ello su seguridad, su libertad
e incluso su vida. La policía siempre va a remolque, intentando hacer de
adivino, lo que es extremadamente difícil, dadas las tecnologías actuales de
las que también se sirven los malos.
Sí es verdad que hay cosas que habían podido ser mejores en
la gestión belga de la prevención. Fallos humanos, que sí los hubo, pero llegar
a responsabilizar a este país de lo que hayan hecho unos inhumanos
descontrolados, eso es mucho acusar.
Ojalá que este desgraciado episodio no tuviera más repercusión
que la que se merece y que la convivencia entre autóctonos e inmigrantes no
sufra las consecuencias de un desmadre tan generalizado del terrorismo mundial,
venga de donde venga.
Seguro que Bruselas ya habrá tomado nota, pero dejen de
ensañarse con este pequeño gran país.