Niza, Bagdad... estamos en el mismo barco, o deberíamos estarlo.

Álex Artigas, ITRAN  |  15.7.2016

Acabo de leer a alguien que empieza preguntándose porqué no hay más contundencia en la comunidad musulmana manifestándose contra el terrorismo de coartada islamista. Y estoy de acuerdo con ella, estamos en el mismo barco, y muchos, demasiados, sólo ven lo que quieren ver, porque la comunidad musulmana sí se manifiesta con claridad, aunque también con cansancio, contra el terror que está llegando a occidente.

Solución ¡Ya!

  1. Resultado de imágenes de foto de paloma de la paz
boulaala@yahoo.es
 ITRAN/ 15-07-2016

Otra vez más cae gente inocente en un sangriento acto terrorista, deplorable, denunciable y condenable por todo aquel que siente el valor de la vida y de la convivencia pacífica entre los seres humanos, sean autóctonos, inmigrantes, turistas, judíos, cristianos, musulmanes o de cualquier otra creencia o credo.
La sinrazón vuelve a ganar. Hoy más que nunca se echa en falta una solución drástica que apacigüe este turbulento mundo cada vez más irrespirable. Hoy más que nunca los expertos en la materia -digo expertos, que no políticos, porque estos sufren de ceguera crónica - deben reunirse, encerrarse en algún lugar aislado y no salir hasta que lleguen a una solución que devuelva la sonrisa a los pobladores de este Planeta.
Las declaraciones altisonantes y siempre partidistas nunca han solucionado nada. Las bombas nunca han arreglado algo, los drones harán mucho daño, qué duda cabe, pero no aportarán ninguna solución; el terrorismo nunca triunfará, pero tampoco dejará vivir tranquilamente. Esa tranquilidad a la que aspiraban los viajeros del aeropuerto de Zaventem, los mercaderes de Basora,  los niños de Gaza, los trasnochadores del Bataclán o los que festejaban el 14 de Julio en Niza.
En nombre de toda esa sangre derramada, hagan algo, revisen sus motivaciones, corríjanlas si es necesario, que sí lo es, y salgan con esa respuesta que todo el mundo anhela: PAZ para TODOS.

Turismo gratis, que la vida es corta

Resultat d'imatges de foto de un jet privado
Un jet
A:B: / ITRAN, 14-07-2016
El 9 de julio en curso, el periódico marroquí Assabah sacaba a la luz un viaje del director General de l’Office National Marocain de Tourisme (Oficina Nacional Marroquí de Turismo), que este responsable habría realizado fletando un jet privado que habría costado la escalofriante suma de 500.000 dirhams, en divisas (unos 450.000 euros al cambio actual) con cargo al contribuyente marroquí. El periódico indicaba que con este viaje, el ministro quería ofrecerse una escapada por Europa en compañía de una hija suya, sin coste alguno para él.
Según el mismo medio de comunicación, esa suma habría sido sustraída del presupuesto de la Asociación de Músicas Sagradas, de Fés, una especie de festival de Músicas de contenido espiritual que se celebra anualmente en esa ciudad, cuya presidencia ostenta el “señor” ministro.
La información del diario Assabah no tuvo especial relevancia hasta que el diputado Hassan Slighwa (del Partido Istiqlal) la sacó a relucir en una solicitud de explicación verbal al Gobierno durante una sesión parlamentaria.
A raíz de la intervención del parlamentario istiqlalí, la Oficina Nacional Marroquí de Turismo (ONMT) se apresuró a emitir un comunicado, desmintiendo formal y categóricamente las alegaciones “difamatorias” y “mentirosas” publicadas por “ciertos medios de comunicación” (no los identifica abiertamente), relativas a este caso.
El comunicado de la ONMT achaca esas supuestas difamación y mentiras a una campaña de desprestigio contra el director general de la ONMT, en previsión de las próximas elecciones legislativas.
Lo curioso es que la Oficina de Turismo no fue más allá de un simple comunicado, no desvelando si tiene o no intención de recurrir a la justicia, dada la envergadura de esa difamación de la que habla.
Llegados a estas alturas, la Justicia, y sobre todo el Tribunal de Cuentas, que preside el exministro Driss Jettou, deberían tomar cartas en el asunto y llegar hasta sus últimas consecuencias.
Se trata de un caso de indudable importancia que, además, ha generado alarma social y, como tal, merece toda la atención de los gobernantes, que deberían mantener informada a la opinión pública del resultado de su gestión.  


¿Doble moralidad, aberración o las dos a la vez?

Publicado por Diario16

 

Ni que decir tiene que de haber sido el asesino de la diputada inglesa de West Yorkshire, Jo Cox, un árabe, un musulmán o incluso un converso inglés, nadie tendría la suficiente paciencia como para esperar el resultado de las investigaciones y el calificativo de terrorista ya habría dado la vuelta al mundo, con la consiguiente ola de rechazo y condenas.
La identidad del asesino, Thomas Mair, un británico de 52 años, de la extrema derecha por añadidura, que sorprendió a la diputada el pasado día 16 disparándole a matar delante de una biblioteca donde aseguraba la permanencia electoral, ha hecho reflotar la polémica sobre qué es y qué no es un “acto terrorista”, especialmente cuando el asesino es rubio y de ojos azules. Muchos estarán lamentándose ahora, no de la muerte de Cox, que también, sino de que el asesino no es un terrorista “genuino” (entiéndase árabe o de credo musulmán), lo que habría supuesto una victoria más sobre la guerra de descrédito que se libra contra el “terrorismo islámico” y, sobre todo, menos quebraderos de cabeza para investigadores y jueces a los que incumbe ahora convencer a los ciudadanos de que, además de tener cuidado con los terroristas de “allá”, también hay que tenerlo con los de “acá”.
Incluso periódicos ingleses de renombre se han esforzado y siguen devanándose los sesos para encontrar calificativos más tenues que el de terrorismo y aplicarlos al terrorista Thomas Mair. Flaco favor a la credibilidad. Tremenda injusticia, que dará alas a los que piensan que la democracia universal sigue siendo pura quimera.

Ese huésped...

En su edición del 7 de junio, Diario 16 publicó un artículo sobre el Ramadán que reproducimos a continuación.
El link es el siguiente:   http://diario16.com/ese-huesped/ vía @diario_16




Diario 16
Por Alami Susi . 07/06/2016

Y el huésped llegó, como viene haciéndolo desde hace casi un milenio y medio, fiel a su cita anual, lleno de esperanzas, portador de ese mensaje que muchos musulmanes no saben o no intentan siquiera descifrar. En efecto, muchos ven en él un contratiempo que abre un paréntesis de un mes al año de nuestra vida en el que nuestra rutina diaria es agitada violentamente, en el que nuestras consciencias se ven de pronto ante un espejo incruento y terriblemente veraz que refleja nuestra cobardía; nuestros delirios de grandeza; nuestras flaquezas; nuestro incruento “yo” que se impone -o intenta imponerse- al “yo” del otro, a costa de ese otro si es preciso y, eso también, a costa de nuestra débil consciencia.

El primer día de estancia entre nosotros, y lejos de que fuera esa su intención, ese Huésped altera muchos cuerpos, muchas mentes, especialmente aquellos que no pueden – o creen no poder – imponerse a sus habituales necesidades corporales o de vicio, sobre todo los esclavos de la nicotina que, mientras dura la estancia entre nosotros del Huésped, se les antoja vital e irremplazable, hasta tal punto que les empuja a cometer actos irreflexivos de hostilidad, nervios y comportamientos difícilmente comprensibles para la mayoría de nosotros, impropios de cualquier civismo de obligada observación para con nuestro Huésped.

Verse privados de comida, bebida y el mantenimiento de relaciones conyugales se convierte de pronto para ellos en perder la esencia misma de la vida. Se olvidan de que el leitmotiv de la visita de nuestro venerable Huésped es precisamente la humildad, la tolerancia, el amor a la vida, la indulgencia y el espiritualismo.

Durante ese primer día de su estancia entre nosotros, muchos musulmanes sienten más que nunca su dependencia y vulnerabilidad ante su café de media mañana,  su cigarrillo tranquilizador y mil cosas más que, de pronto, cobran una importancia extraordinaria a pesar de su nimiedad. Esos impedimentos actúan como resorte para aflorar un sinfín de conductas reprochables y un dolor de cabeza que se hace insufrible cuanto más avanzan las horas y que les somete a un chantaje desleal y continuo, reclamando una salida a esa situación que se les antoja insufrible.

Otros, los más, preparan con antelación la llegada de ese Huésped tan esperado a quien agasajan como si no fueran a verle más. Aprovechan su estancia entre ellos para rectificar errores, purificar sus consciencias y, sobre todo, pensar más en los otros, venciendo al invencible ego. Son los que comprenden el mensaje que trae el Huésped. Los que cada año le esperan con impaciencia y anhelos. Los que de pronto ven ante ellos ese pliego de cargos escrito en mayúsculas, reflejado en su libro contable que, como un bofetón, les conmina a equilibrar el balance de sus acciones, enmendar roturas, restañar heridas y rectificar anteriores desperfectos.

Nuestro Huésped, que como habrán adivinado a estas alturas no es otro que el mes de Ayuno, o del Ramadán, para que todos lo entiendan, visita al mundo musulmán como lo viene haciendo desde hace casi un milenio y medio, imperturbable, insistiendo, una vez más, en su poder curativo para los que buscan una plenitud de forma física y, sobre todo, espiritual y humana, los que quieren reconciliarse con su consciencia y su credo, los que aman al prójimo y respetan la vida suya y del otro, los que impulsan el diálogo y la convivencia pacífica, los que, en suma, se someten a las palabras divinas que decretan que “Quien mata a una persona es como si matara a toda la Humanidad, y quien resucitara a una persona es como si resucitara a toda la humanidad”. Desgraciadamente, la tendencia es no rememorar estas palabras divinas.

Para los que quieran saber más de nuestro ilustrísimo Huésped, diremos que el Ramadán es uno de los cinco pilares del Islam, después del testimonio de la Unicidad de Dios y la profecía de Sidna Muhammad (Que la Paz sea con él), hacer los rezos diarios prescritos, dar limosna, cumplir el ayuno del Ramadán y peregrinar, para quienes puedan y tengan medios económicos que lo permitan.

Feliz Ramadán 1437 de la Hégira.

El ministro que a los 16 años no se sentía francés

Manuel Valls, Primer Ministro francés
28/05/2016 / A.Boulaala./ ITRAN

     Cuando alguien expresa una opinión nos deja dos posibilidades: que nos guste y la adoptemos o que no nos guste y la rechacemos. Eso se traduce por libertad de expresión y libertad de elección. El trauma viene cuando el que expresa una opinión nos impone su adopción, guste o no guste. Y lo peor es que ese alguien tenga mecanismos propios suficientes para hacernos ejecutar esa opinión -mando y ordeno sin rechistar y, además, esbozando la mejor de nuestras sonrisas, so pena de catalogarnos como enemigos y en muchos casos, como terroristas. 
     La democracia siempre tuvo ese atractivo que nos aseguraba -ya no- que la libertad de uno acaba cuando comienza la del otro. Nuestro mundo actual, el que nos tocó vivir sin darnos elección alguna, ha renegado totalmente de esa máxima, dando al traste con la histórica fecha de 1789 en la que el conflicto social y político francés desembocó en una nueva era, muy prometedora, que puso la dignidad humanan en la cúspide de un orden mundial llamado a realzar los derechos humanos sobre cualquier otra consideración.
     En efecto, la aprobación el 26 de agosto de ese mismo año de la Declaración de los Derechos Humanos y del Ciudadano, consagrada por la Asamblea Nacional francesa, puso los cimientos de una nueva era que esbozó el esquema a seguir en otras partes del mundo. Cuando hubo verdaderamente voluntad de cambio, las cosas no podían torcerse y fue esa misma Asamblea Nacional la que, en reuniones exprés de 7 días (5-11 del mismo mes de agosto), decretó la abolición del feudalismo y la nobleza ve cómo saltan por los aires sus títulos nobiliarios, quedando a la paridad con el resto del pueblo francés. 
     Todo esto viene a cuento porque últimamente están resurgiendo en Francia voces nostálgicas que reniegan de estos derechos adquiridos para ponerles mordazas a las libertades de expresión y de culto que siempre había defendido el país de la Marsellesa. Para Manuel Valls, aquél mismo que dijo una vez que “a los 16 años comprendí que no era francés”, el mismo que aboga por sacar adelante decisiones sin la aprobación del Parlamento, con la excusa de que “el país debe avanzar”, ese mismo Valls que ahora resume toda la problemática del país vecino en lo que llama simbología religiosa (el hiyab) de las estudiantes musulmanas que viven en Francia como extranjeras o como francesas de confesión diferente.
     Desgraciadamente, a Valls, que ha sido ministro del Interior y por tanto debería conocer más a fondo los temas de la pluriculturalidad, le ocurre como a muchos occidentales, que no distinguen entre simbología religiosa y un modo de vestir ancestral, del que muchas musulmanas no quieren desprenderse, por muchos Valls que haya, que haberlos haylos.
     Valls no entiende que la eliminación el 18 de septiembre de 1794 de toda forma de ayuda estatal a cualquier culto religioso no significa necesariamente que se prohíba ese culto, sea cristiano, judío, musulmán o cualquier otro.
     Valls, como muchos otros responsables, quiere imponer una laicidad dictatorial, lo que no comulga con el espíritu de la democracia y el libre albedrío. Quiere prohibir el velo en las universidades francesas después de haberlo prohibido en escuelas y liceos. ¿Valdrá eso para sacar a Francia de las múltiples crisis de identidad, económicas y sociales que la arrastran a un peligroso concierto de huelgas y sediciones cuyo final no se prevé por el momento? ¿Será la supresión de los símbolos religiosos, tanto cristianos como judíos o musulmanes, la solución al paro, a la delincuencia, a la desorientación de la juventud y a la desestabilización del sistema? Si es así, seremos los primeros en aclamar: ¡Valls for president! Y cantaremos la Marsellesa… 
     Aclaración: ¡Ojo, estoy hablando aquí del hiyab! Cualquier otra forma de vestir que dificulte la identificación de una persona (el burka, por ejemplo) debería ser tratada acorde con las leyes del país.


.

Los hibakusha

El presidente Barack Obama, con un hibakusha
27/05/2016 - ITRAN

     Setenta y un años después de la gran masacre de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki -el 6 de agosto de 1945- un presidente americano, Barack Obama, visita este país y deposita una corona de flores en el monumento conmemorativo de una de las mayores bestialidades jamás antes perpetradas por el hombre contra sus congéneres, con un balance de cerca de 215.000 muertos entre las dos ciudades.

     El presidente americano dejó bien claro que con su gesto no buscaba excusar a su país de lo ocurrido, sino que se enmarcaba en la tarea de su lucha contra las armas nucleares.

     Resulta pueril y poco realista que el presidente de la nación más poderosa del mundo tenga que realizar un viaje tan largo para afirmar su decisión de erradicar las armas nucleares, cuando podía haber hecho llegar el mensaje, de manera convincente, a todo el mundo erradicando las que almacena en sus tierras, nada menos que 4.700 ogivas nucleares. A no ser, claro, que el mensaje para los japoneses fuera otro, de intimidación solapada, como quien dice “no os busquéis otro lío, que ya sabéis cómo nos las gastamos”. 

     Parece ser que el sátrapa norcoreano Kim-Yung cazó al vuelo la indirecta y se apresuró a calificar las palabras de Obama de “cálculo político pueril” por parte de “un lunático de la guerra nuclear”.

     Los "hibakusha", japoneses que han sobrevivido a los ataques de Hiroshima y Nagasaki, sabios ellos, tampoco fueron muy condescendientes con el presidente americano y se apresuraron a recordarle que, aunque anhelarían unas ciertas excusas por su parte, lo que sí quieren y reclaman sin demora es acabar con las armas nucleares de una vez por todas.

     Para los que aún albergan dudas sobre el belicismo del gobierno Obama, digamos que, según una publicación de Greenpeace, ha propuesto un plan de 1.000 billones de dólares para extender el proyecto nuclear de su país durante los próximos 30 años...

     ¡Toda una declaración de intenciones!